La oportunidad que le dieron para formar parte de la banda de música del lugar, lo llevó a que uno de los componentes de la citada banda le enseñara el solfeo, aprendiendo con mucha facilidad todas las lecciones que le proporcionaban, con esto llegó a sobresalir entre sus compañeros, más tarde lo nombraron director de la banda. Al frente de este grupo de filarmónicos llevó fama a la región como una de las mejores, no hubo instrumento que no tocara y con su sola presencia contribuía a realzar la fiesta.

En las noches estrelladas, salía a cantar con los demás y jóvenes de la población a las muchachas de predilección cantando y ejecutando la guitarra con maestría.

A los quince años, pensando en su madre y en la mujer amada y por las vicisitudes que pasan a los jóvenes en sus innumerables aventuras amorosas, escribió la letra y música de su primera canción, nacida del corazón para aquella mujer que le embriagó de besos, de esos besos que se reciben llenos de promesas, llenos de miel, y que más tarde se esfuman en la nada, en el olvido. Naila se titula esta canción y comienza así:



En una noche de luna
Naila lloraba ante mí
Ella me hablaba con ternura,
Puso en mis labios dulzura
Yo le decía por qué lloraba
Y ella me contestó así:
Ya me embriagué con otro hombre,
Ya no soy Naila para ti.
Naila, y por qué me olvidaste,
Tonta, que no sabes que te quiero,
Vuélvete, ya no busques otro sendero
Te perdono porque sin tu amor
Se me acaba el corazón.


Así salieron de su pensamiento canciones llenas de inspiración, unas veces cantando a su madre, a la mujer amada, a la naturaleza y en fin, todas nacidas del dolor y de la alegría.
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